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recerques |
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PEER GYNT |
Amfiteatre Grec de Montjuïc |
Director d'escena: Calixto Bieito |
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Amb Joel Joan, Roser Camí, Carles Canut, Javier Gamazo, Miquel Gelabert, Dani Klamburg, Amparo Moreno, Victòria Pagès, Mont Plans, Mingo Ràfols, Boris Ruiz, Ana Salazar, Lluís Villanueva |
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Imaginativo y fosforescente Peer
Desde su más tierna infancia teatral, a uno se le ha venido apareciendo Peer Gynt amarrado siempre a una condena. El maleficio, como adivinará el lector, no afecta exactamente al texto de Ibsen sino a su manufactura escénica. Peer Gynt,según el tópico perezoso, es irrepresentable. De lo perdido saca, pues, lo que puedas, parecen decirse algunos directores, y puesto que estamos ante una representación imposible,explotemos algún beneficio parcial que nos aporta el héroe noruego. Cien personajes; una docena de escenarios, del frío escandinavo al tórrido Egipto; más de cinco horas de dale que te pego al cuento ibseniano. He aquí los datos objetivos que explican la magnitud de un poema dramático cuya teatralidad se mide por parcelas: llenas de magia y pasión, unas, tensadas por la furia del protagonista, otras, recostadas en las vacilaciones de un romanticismo en retirada, aquellas de naturaleza meramente dialéctica.
Calixto Bieito ha querido combatir esa parcelación cubriendo de principio a fin el torrencial relato con el extremado registro vitalista - verbal y gestual- que adopta en todo momento la figura de Peer Gynt. El perfil del héroe imaginado por Bieito, que no sabe de trances tímidos o indecisos, tendría una correspondencia formidable en un no menos formidable actor: Joel Joan.
Aun a costa de sacrificar algunas facetas del personaje. Aun a costa de laminar la poética de aquellas situaciones en las que la humanidad del héroe no puede ser ocultada por la racionalidad de sus argumentos. La escena primera entre Peer Gynt y Aase, su madre -una espléndida Mont Plans- es paradigmática de la cirugía reduccionista practicada por Bieito. Peer Gynt debe manifestarse resuelto, decidido, ansioso: una ametralladora. Puede mostrarse rápido y vivo, pero no gritón ni, menos aún, vociferante. Con todo, Joel Joan grita y vocifera, y no es hasta las escenas siguientes cuando calibramos el arranque de la obra no como un error sino como una opción. En las antípodas de aquel Peer Gynt irónico, ondulante y festivo del maestro Chereau, del que ahora se cumplen 25 años, el de Bieito es duro, percutante, lleno de aristas violentas y armado con aquella estética de la crispación que parece altamente vitamínica para unos personajes que, en un otro momento, gustan de exhibir una jactanciosa amoralidad. Ya saben: hay una estridencia escénica que es marca de la casa Bieito, y de la que cuesta prescindir sin que, digo yo, parezca que peligre el prestigio del director.
Conservo la imagen reciente de los espectadores de Bergen que el 25 de mayo admitían a TV3 no haber visto nunca a su gran mito literario, tratado de forma tan... original. Tan distinta. De hecho, los noruegos sorprendidos no hacían sino certificar la imaginación que respira por todos sus poros el montaje presentado en el Grec. En traducción de Sellent y Anne-Lise Cloetta, con una atinada e inteligente dramaturgia (Xavier Zuber), con la imponente escenografía alumínica de Alfons Flores, el Peer Gynt de Bieito se sigue con interés de principio a fin, aunque por el ceremonial del cuento, donde priva con intermitencias un vago estilo coreográfico, se debilite el vigor literario y la importancia del ingrediente ideológico que otros montajes primaron.
Algunas alusiones insertas en el texto resultan incomprensibles -el conflicto palestino- y hasta peligrosas, si trataran de proponer una eventual contemporaneidad del personaje. La pesquisa de Peer Gynt, su combate, con los trolls, los duendes boscanos, la búsqueda de una identidad propia, este ser uno mismo, debe entenderse como una reflexión de Ibsen a las puertas del siglo XX; esto es, como el pórtico al subjetivismo que surge de la nueva sociedad industrial. En modo alguno, un ejemplo individualista que necesite homologarse en nuestros días.
Con sus debilidades de fondo pero con sus muchas fosforescencias formales, el espectáculo de Bieito entretiene y sus tres horas se digieren con suma confortabilidad. A ello, claro, contribuye decisivamente una interpretación de conjunto de altísima calidad. Capitaneada por Joel Joan, infatigable torrente de energía, la compañía del Romea (Ràfols, Canut, Boris Ruiz, Camí, etcétera) se muestra conjuntada y sin el mínimo resbalón, y, además, con alguna incorporación notable. Y la que más, la de Victòria Pagès, magistral en el papel de novia felizmente abusada por el ardoroso Peer.
Joan-Anton Benach
La Vanguardia 02/07/2006
Un gran alè romàntic
Noruega, terra de contes d'estranyes criatures dels boscos, muntanyes, rius i llacs, va incorporar fa una mica més de cent anys Peer Gynt a la seva saga de personatges mítics. La creació d'un escriptor acaba incorporada a la tradició popular del seu país. Es va fer realitat el que Peer Gynt tant anhelava: entrar a la llegenda.
Ibsen va escriure la primera versió de la seva obra lluny de Noruega, en l'autoexili italià. El seu monumental poema va créixer en la distància com un ajustament crític al nacionalisme romàntic del seu país. Gynt és el típic personatge dels relats d'aprenentatge romàntics, llevat de la fugissera relació que té amb la realitat. Escapar de la misèria, de la temptació del mal, de la suor dels diners, de la bogeria. Una permanent fugida cap endavant fins a tancar el cercle i tornar al principi del viatge, als braços d'aquella que sempre va estar esperant-lo.
Una epopeia psicològica que Calixto Bieito ha convertit en un malson realista. L'espai dramàtic del seu Peer Gynt -ajustat als episodis essencials de l'obra- és el dels intersticis entre la realitat i la fantasia, la terra perduda entre la nit i el dia, entre l'experiència física i l'onírica. Apareix novament tota la iconografia brutalista que se suposa marca de la casa, però els millors moments d'aquest muntatge es reparteixen entre els més intimistes i desposseïts de parafernàlia escènica -la mort d'Aase als braços del seu fill Peer- i els més treballats en la seva posició estètica, com la coreografia sadomasoquista del regne dels trols.
Escenes brillants amb la presència constant de Joel Joan, entregat físicament i mentalment a la tasca de portar sobre les seves espatlles el pes de la funció. Un treball esgotador que no descriu una corba ascendent en la concentració vital del personatge. El Gynt de les escenes finals -amb trenta anys més al damunt- no sembla un home al qual finalment l'avança la vida, quan sempre ha corregut al seu davant. Es crea així una relació estranya amb el personatge, com si ni ell ni el públic entenguessin el missatge secret del seu parlament de les capes de ceba.
Juan Carlos Olivares
Avui 30/06/2006
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