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Vida de gossos
Giambattista Vico, pensador italià del segle XVIII, va establir que els tres pecats capitals de la humanitat són l'ambició, l'avarícia i la ferocitat o crueltat. Aquests vicis ens poden dur en qualsevol moment a una "segona barbàrie", una societat dominada pels més forts. Per a John Berger, autor de King, aquesta és la situació del segle XXI. El seu paisatge és una terra oblidada en l'extraradi de qualsevol metròpoli -un entorn que fa dècades que Koltés va fer seu- i el guia, un gos (King) que condueix el públic per la leproseria dels perdedors.
Carlota Subirós ha convertit la novel·la en un fals monòleg emplaçat en un àrid punt de fuga. Un Caspar David Friedrich postapocalíptic. Un espai perfecte per al lirisme de les reflexions del gos-home o home-gos, pigall humanista d'una parella de derrotats. El cos i la veu són d'un brillant Gonzalo Cunill. És difícil imaginar-se el muntatge sense la seva aportació interpretativa.
King assoleix la seva autèntica dimensió quan Cunill, a més de coautor de l'adaptació, assumeix tot el protagonisme i el muntatge deriva cap a un intens monòleg o, si es prefereix, cap a un poètic diàleg de l'actor amb l'espai. No necessita el suport de les ombres que vagaregen pel desert urbà. Tampoc de les segones veus dels seus amos (Vico i Vica), la primera encarnada per Abdelaziz El Mountassir i la segona, per la gravació de Viviane De Muynck. Els personatges muts funcionen mentre les seves accions són neutres. Els cops que adquireixen més definició només interfereixen en la coherència del monòleg. I la relació amb Vico pateix un important desequilibri entre la maduresa interpretativa de Cunill i El Mountassir.
Juan Carlos Olivares
Avui 04/07/2007
Vida de perros
Sobre la arena parda del suelo, contra los muros y el techo de la antigua 31 nave hospitalaria de la biblioteca de Catalunya, la palabra estremecida y lúcida de John Berger (Londres, 1926), traducida al español por Pilar Vázquez, es una invitación a la vergüenza. Vergüenza de tantas ciudades del Primer Mundo que expulsan hasta los vertederos de la periferia a los excluidos del orden social, del trabajo y la vivienda. Vergüenza por un modelo de desarrollo que permite la especulación desalmada y que conduce a lo que el autor llama la "segunda barbarie" de la historia. Gonzalo Cunill, King, se mueve por este espacio oscuro en que las bellas nervaduras góticas y las viejas cicatrices de la piedra contribuyen a acrecentar su desolación. "King es un perro. Quizá un perro que se cree hombre; quizá un hombre que se cree perro".
Carlota Subirós nos lo trae de Temporada Alta al Grec, en una versión mucho más completa que la que se vio en Girona. Creo que es de lo mejor que ofrecerá el festival recién comenzado. Para empezar, hay que decir que la incierta condición zoológica del protagonista no impide que la formidable calidad literaria de Berger revierta en él de forma clara y poderosa. Con todo su dramatismo y toda su poesía.
King, la novela más reciente de John Berger, ha sido adaptada al teatro por la propia directora Carlota Subirós y por Gonzalo Cunill, su principal intérprete. Está claro que la palabra del autor es de una plasticidad que se adapta muy bien al escenario. Lo descubrimos hace años, cuando la primera visita de La Cuarta Pared al Lliure de Gràcia, donde, hablando del éxodo rural a la ciudad, había párrafos impresionantes de Pig Earth (Puerca tierra).En King diría que todo es impresionante. De hace tiempo, la palabra de Berger trasciende el realismo social de 40 o 50 años atrás por la vía de una poética subversiva y sobrecogedora. Y también por una reflexión de gran calado intelectual y moral.
En este espectáculo de una hora y 40 minutos, el noventa por ciento del tiempo es un monólogo. Gonzalo Cunill, el actor argentino otras veces aplaudido en Barcelona, hace un excelente trabajo, inteligentemente instalado en la ambigüedad del perro hombre. Conviene advertir que el personaje, salvo en muy contadas ocasiones, recurre a una imitación canina, la cual, aun siendo con toda probabilidad muy efectista, hubiera frivolizado el relato mucho más allá de la motivación ética del autor y de la directora.
King narra la vida de un grupo de chabolistas, instalados entre montañas de escombros de Saint Valery, cochambre extrarradial de cualquier ciudad engendrada por el capitalismo salvaje. El relato de King se detiene especialmente en la biografía de sus dueños, Vico y Vica, napolitano y holandesa, respectivamente, náufragos en sus respectivas profesiones, expulsados definitivamente del paraíso. King dialoga a veces con Vico - encarnado por el corpulento actor marroquí Abdelaziz el Muntasir- y la voz de éste (que tomó su nombre del filósofo Giambattista Vico) es la única que se levanta contra los especuladores que quieren eliminar todas las chabolas de Saint Valery. Algunos de quienes las habitan son personajes mudos, fantasmales, que deambulan alrededor de King por el gran espacio vacío.
La sobriedad y la sensibilidad de la directora logran convertir el silencio de este grupo en el testimonio angustiado de su derrota. Por otro lado, reclutar a esos personajes subalternos es una forma de vincular a un teatro militante personas provenientes de la pobreza, de la inmigración o de algunas formas de resistencia social.
Este montaje tan simple y austero pide la cuidada iluminación que ha diseñado Mingo Albir y un montaje sonoro (Àlex Polls) que elimine ciertas resonancias enojosas. A mi juicio, King es una nueva y audaz prueba de la madurez profesional de Carlota Subirós.
Por desgracia, en el segundo día de función sólo se ocupó menos de un tercio del aforo del recinto de la biblioteca de Catalunya. Y esto es grave: un fracaso de público de King sería un serio fracaso de este Grec que se dice renovado.
Joan-Anton Benach
La Vanguardia 01/07/2007
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