Salto hacia delante
La última propuesta de la compañía Trànsit, El salt de Nijinski, parece como la otra cara (la rectificación, más que el complemento) del espectáculo anterior de Maria Rovira, Trànsit 20, con el que la coreógrafa catalana repasaba hace dos años el veinte aniversario de su compañía. La pieza se presentaba entonces como una indagación acerca de la memoria del bailarín, y fue expuesta dentro de un ciclo celebrado en la sala Beckett en torno a dicho eje temático. La cuestión era, y es, que la memoria del bailarín no es precisamente un tema, sino uno de sus materiales básicos de construcción formal, una parte fundamental del andamiaje. Así que, cuando en Trànsit 20 Maria Rovira se limitaba a repasar su pasado tomándolo como mero motivo y no como punto de partida formal, convertía en decorativo lo antologado y resultaba de ello una especie de álbum que mostraba cromos en lugar de asumir su memoria como camino de llegada al presente.
Pues bien, El salt de Nijinski es una carta de presentación mucho más clara y decidida por parte de Rovira. Vuelve a definirse como espectáculo acerca de la memoria, pero. esta vez sí, el punto de partida son todos los ecos emocionales que ésta suscita vinculada a ciertas formas, para en tiempo presente trabajar con ellas y elaborar una coreografía que, pese a sus angulosidades y decantación geométrica, parte de las emociones de su creadora y se muestra así capaz de suscitarlas mucho más claramente en el público, gracias también al trabajo de sus entregados intérpretes.
Hay calidad de movimiento y, en el Mercat de les Flors, hay también el espacio que es evidente que Rovira necesita para el tipo de energía y plasticidad de grupo en los que a menudo basa su efecto. La música contribuye mucho a sus mejores ratos de empatía. Y seduce sobre todo cierta vitalidad o ilusión que parece detectarse en la base de la propuesta. Porque, ¿qué tiene que ver esta obra con el famoso salto de Nijinski? Quizás su saber partir de cero: ser capaz de saltar hacia delante cuando se cree que muchos ya no lo esperan.
Energía y honestidad
Por lo positivo de esta energía, pese a las reiteraciones y los remansos en los que la pieza también se estanca a ratos, queda como una buena muestra, aquí sí, de lo que Trànsit y Rovira son capaces. Porque la transparencia que hay en la limpieza formal encuentra parecidos ecos en cierta honestidad de los objetivos. Yes cierto que falta desarrollo, si sólo son formas coreográficas; o que faltan claves, si hay intención y temas. Pero es igualmente cierto que, por su energía y su no parar, gustará a los que echen en falta una buena dosis de movida danza en muchas de las propuestas actuales. ¿Quién dijo que no? Nijinski aún salta.
Joaquim Noguero
La Vanguardia 10/07/2007
|
|